Del trastero a una casa digna

Escrito el 25/02/2020
CtmValencia Somt


Hace un año que Rosario Planas firmó un contrato de alquiler social - La mujer vivía en un trastero de 5 metros cuadrados con su hijo con discapacidad y narra cómo ha cambiado su vida


Levante

Hace justo un año, tal día como hoy, Rosario Planas firmó el contrato de alquiler social que cambió su vida. De vivir en un trastero de 5 metros cuadrados a tener un hogar. De sacar cada noche, a escondidas, un colchón hinchable en el pasillo de un bajo del barrio de Torrefiel para ella y su hijo con discapacidad, a tener una casa humilde en la Malva-rosa.

Levante-EMV contó cómo vivían Rosario y su hijo el 14 de enero de 2019. Su hogar desde hacía meses era un trastero minúsculo. Era lo único que había podido alquilar (pagaba 50 euros) tras ser desahuciada del piso donde residía. Y una vez fuera del circuito... imposible volver a entrar. Este diario contó su historia, las televisiones y otros medios de comunicación se hicieron eco y la dueña del trastero la echó casi de forma inminente. Rosario no podía vivir allí y lo sabía. Pero tampoco tenía otra opción. Y así, Rosario y su hijo se vieron en la calle. El ayuntamiento de València y la Generalitat Valenciana pusieron la maquinaria en marcha para que Rosario y su hijo tuvieran un piso social. No había disponibles. Lo mismo que ocurre ahora. Si esa noche del día 15 de enero de 2019, Rosario y su hijo Pedro no acabaron durmiendo en la calle fue gracias a la Coordinadora Solidaria de Estibadores del Puerto y a la empresa de frutas SanLucar, que le costearon un hostal hasta que la mujer firmó su contrato de alquiler social.

Un alquiler de 60 euros al mes

Rosario recibe a Levante-EMV en el que es su hogar desde hace un año. Recuerda el piso vacío y el alivio que sintió al sentirlo suyo, al asegurar un techo para su hijo, con un grado de discapacidad reconocido del 65 % por un problema de salud mental. «Ahora estoy tranquila porque sé que si me pasa cualquier cosa mi hijo tiene un techo», explica la mujer, que está a punto de cumplir 67 años. Paga 60 euros al mes por el alquiler y sigue cobrando la misma pensión que cuando comenzó esta historia: 392 euros. «He cotizado durante 27 años, pero solo me cuentan los últimos y mi pensión es muy pequeña. Toda la vida trabajando en hostelería, haciendo horas y más horas. En octubre solicité la Renta Valenciana de Inclusión», explica. A su lado, su hijo Pedro sonríe. «Nos reconocen por la calle –explica– porque salimos en muchas televisiones y periódicos. Nos recuerdan con cariño», asegura.

Madre e hijo acuden cada día a El Puchero, la entidad social que reparte comida preparada y caliente a los más vulnerables. Antes acudían a la sede ubicada en Orriols. Ahora van al centro de la avenida del Puerto. No tienen suficientes palabras de agradecimiento para esta entidad. «Si no es por ellos no sé qué habría sido de nosotros», afirma.

Rosario lo recicla todo. Botellas, cajas, armarios. Su casa parece un museo cuidado al detalle. «Se me rompió el cristal de la mesa, pero yo coloqué esta madera pintada y mira lo bien que queda», expone mientras muestra armarios forrados con papel que parecen nuevos y que dejaron de ser utilizados en otra casa.

La vivienda es pequeña, así que ni su hija ni sus nietos pueden ir a vivir con ella. «Si vienen de visita o se quieren quedar a dormir sacamos el colchón al salón», explica. Pequeñas soluciones de una luchadora incansable que siempre sonríe. «Este año borraría la muerte de mi madre y de mi hijo mayor. Lloro muchas veces, pero intento salir siempre adelante. Ayudo a los demás como me han ayudado a mí, y recuerdo cómo vivía..., y me parece haber despertado de una pesadilla», concluye. Y es que la vida se ve diferente bajo un techo.